¿Cómo se enamoran los escritores?

     Cuando se levantó aún humeaba su café. Pasaron casi diez días desde la última vez, en que  cancelaron la salida al cine y a comer porque él se excedió en la previa y llegó a la cita con varios tragos de más. Su aliento había disipado en ella toda gana de un beso y un abrazo. Quedaron en llamarse. Como otras veces, pasaron los días y él no dio señales de vida.
     Ambos escriben. Lo suyo es el periodismo; lo de él, la ficción. Ella procura el contacto con la vida en directo; él, da vida a seres desde un mundo en diferido. Se conocen desde hace algún tiempo y desde antes se gustaban. Son dos forma de sentir que, aunque distintas, se complementan. Por eso la irritan sus ausencias, esas desconexiones que él se permite de la realidad y también de ella.
     Cada vez que reaparece lo hace como un ser frío que de a poco recupera la calidez hasta rozar el clima de la plenitud, para luego retraerse y desaparecer por días e incluso semanas.
     Sabe que ellos no son como las personas normales -quizá más él que ella-, pues las personas normales puede que no sientan las cosas con tanta pasión, con tanto detenimiento y, acaso, con tanto dolor. Esto la acercaba a él.
     Lo conoció primero en papeles, es decir que antes de conocerlo en persona leyó algunos de sus escritos. Así que, cuando tuvo la oportunidad de entablar amistad con él, lo hizo de manera decidida y por el gusto de contar con alguien con su talento y sensibilidad. El problema es que a estas alturas, ella no sabe si él es su amigo aún o qué mismo.
    ¿Quizás escribe sobre mí en esos arranques de soledad que lo alejan?, se pregunta en la ansiedad de la espera. También piensa que él necesita ausentarse para despojarse de la tristeza y acumular algo de felicidad en su sangre. Quizá sí, quizá no, quizá lo otro, quizá nada... Y es esa nada lo que la cansa.
     ¿Cómo sería ahora, en este nuevo regreso?, se pregunta para luego decidir que lo dejará pasar, que no se aventurará a una felicidad efímera, que lo dejará ser. No lo cuestionará ni se mostrará muy interesada...

    Cuando se levantó aún humeaba su café. Al trasponer la puerta, él salió detrás y la llamó por su nombre. Ella se volvió y le gritó que en unos días lo llamaría.


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